La justicia no debe inclinarse ante intereses personales, influencias políticas ni beneficios económicos. Su única guía debe ser la ley, la verdad y la equidad.
Las y los juzgadores, tienen la más alta responsabilidad ética y jurídica: hacer valer los derechos sin distinción, sin temor y sin favores. Que la justicia no se negocie, que se imparta con dignidad.

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